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Hace unas semanas escuchaba a una escritora famosa hablar sobre la muerte y una escena familiar que le ocurrió a ella, en la cual su padre hacía unos pedidos específicos para el momento en el que falleciera.

Dicha conversación ocurrida dentro de un automóvil, que la transportaba  a ella, a sus padres y a otro familiar, desató la ira de su madre quien no quería escuchar dicha conversación y tomó esta charla casi como una afrenta personal. Ante esto la  escritora respondió con calma, que ella estaba dispuesta a escuchar los deseos de su padre para el momento de su muerte y resaltó la importancia de hablar de este tema.

Unas semanas después me encontraba almorzando con mi hija y su novio y de manera casi jocosa dije: bueno, hablemos de la muerte. En medio de asombro y unas sonrisas tímidas, proseguí relatando la historia anterior solicitando lo que deseaba que hicieran cuando yo falleciera, hablamos del tabú que significa la muerte y cuando mi hija quiso hablar de sus deseos para el momento de su muerte, la interrumpí; le dije con calma que yo moriría primero por lo cual no podrían ser ejecutados por mi (espero que Dios me de la fortuna de partir primero que mis hijos y mi hermana).

Lejos estaba de imaginar que una semana después un familiar iba a fallecer…

La nostalgia es como un instrumento con distintas teclas que combinadas entre sí alborotan un torbellino que termina en tristeza. La congoja por la muerte es una de esas teclas, nuestros muertos tienen la capacidad adherida de producir una cadena de recuerdos, algunos llenos de alegría y otros teñidos de arrepentimientos, en el occidente del planeta, en tierras americanas; aún nos falta relacionarnos distinto con la muerte. Hace falta mucho trabajo personal para que aprendamos a verla con aceptación y tranquilidad,  hay culturas cuyo evento es visto casi con alegría. En general, la muerte es una clase de tabú.

Mi padre decía: la ley de la vida es que los mayores nos vamos primero», y si, se fue primero que yo pero de manera casi ilegal transgredió esta ley cuando partió siendo el menor de sus hermanos. Sus exequias fueron en día viernes y casi como si se hubiesen puesto de acuerdo, casi 20 años después de su muerte uno de sus hermanos mayores será sepultado un día viernes y justo unos dias antes del aniversario por la muerte de una de sus hermanas…

Nos corresponde honrar a nuestros muertos, honrar sus enseñanzas, su legado, sus anhelos y su amor hacia nosotros, les debemos seguir adelante y no quedarnos en la lona como si estuviésemos muertos en vida. Una vez que logramos superar esa tristeza arrolladora del inicio les debemos y nos debemos levantarnos, respirar, caminar y seguir respirando, les debemos ver los paisajes que ellos no alcanzaron a ver, les debemos ser felices y no repetir las memorias de dolor, dejar de cometer los mismos errores, esos que les pesaron antes de partir.

Les debemos ser mejores que nuestros momentos más oscuros, les debemos aprender de ellos y de nosotros y renunciar al peso de las cadenas que nos atan a las viejas prácticas que no le sirvieron a ellos ni a nosotros y mucho menos a nuestra descendencia, se lo debemos para que puedan trascender, para que puedan descansar y continuar sin peso al lugar que los espera, porque creamos o no, queramos o no, después de la muerte física esa energía, esa alma debe continuar a habitar en otro lugar.

Querido lector, cuando las teclas de la nostalgia son oprimidas lo mejor será escucharlas para que la música fluya como el agua y las lágrimas rueden y se limpie el corazón. Cuando nos sintamos vacíos será el momento propicio para llenarnos del amor propio y el de seres queridos, que mientras transitamos en la tierra volveremos a levantarnos para reescribir las historias que les debemos a nuestros muertos y nos debemos a nosotros.

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