Existen tantas opciones para alimentarnos, que se ha vuelto un arte el hecho de saber comer. Existen numerosas maneras: Omnivora, Vegetariana, Vegana, Crudivegana, keto, Ovolacteovegetariana…Y digo «maneras», porque aquella palabra «DIETA» es el coco de muchos y me incluyo. El primer artículo que escribí fué sobre mi relación con la comida y es que al rededor de esta parte fundamental de nuestra vida hay un montón de creencias limitantes, conceptos aprendidos y muchos de ellos vendidos por una industria a la que le interesa todo menos nuestra salud. Las dietas son un camino decadente para nuestro ser, es un camino lleno de limitaciones a nivel físico, mental, de gusto y nutritivo; en realidad lo que funciona no son las dietas si no un estilo de vida.
A las «maneras» de alimentación existentes sumémosle los juicios y algunas veces críticas de las personas, así que si nos da por llevar una dieta más llena de vegetales, frutas y verduras, menos carnes y productos de origen animal; aparecen juicios del otro lado diciendo con argumentos científicos que esa no es la forma, lo mismo sucede con quienes son omnívoros y son terriblemente juzgados de ser incluso malas personas, por su elección dietaria.
A riesgo de ganarme unos cuantos tomatazos y críticas lo cierto es que el mejor maestro reside en tu interior y eso es algo que he tenido que experimentar por mi misma, he tenido muchos cambios en cuanto a alimentación se refiere, mi pecado era el azúcar y digo «era» porque ahora rara vez consumo productos endulzados y cuando decido comerme un postre, o adicionar algo de dulce a mis comidas ya no lo hago con culpa porque he logrado construir un estilo de vida que me permite obtener bienestar. Mi camino ha pasado por la inclusión y la exclusión, he incluido alimentos que ahora son parte de mi día a día y he disminuido en gran medida el consumo de varios de ellos. He disminuido el consumo de toda clase de carnes y embutidos. Hace aproximadamente 8 años para atrás comía carne al almuerzo y en la cena, ahora como mucho consumo 4 porciones de carnes a la semana, entre pollo y pescado y tal vez 2 veces en el mes carne de res. Pero es un cambio que ha llegado poco a poco, por la manera en como fuí educada y como fué mi alimentación a lo largo de mi vida.
Aumenté considerablemente el consumo de verduras y vegetales. He aprendido a consumir más vegetales y verduras con cocción moderada e incluí en mi dieta los frutos secos de varias clases entre almendras, macadamia, nuez, chía, linaza, semillas de calabaza, germen de trigo y algunas semillas más. Con esto no pretendo ser un referente en materia de alimentación, solo pretendo compartir contigo mi proceso en el cual con los cambios que he realizado me siento más vital por tanto, mejor.
Esto no quiere decir que no disfrute una hamburguesa, una pizza o una mazorcada, o un trozo de carne asada. No obstante si es verdad que el consumo de estos productos ya no son parte de mi día a día, no me hace falta consumirlos con frecuencia y es más bien una rareza.
Respecto a los lácteos realicé el cambio desde Diciembre y de un dia para otro tomé la decisión de dejar de comprar lácteos. Este cambio fué difícil pero debo reconocer que mi cuerpo respondió muy bien a este cambio y sentí un gran alivio en mi sistema digestivo frente a esta exclusión. Normalmente compro queso parmesano (que es el menos fuerte con el sistema digestivo) y agrego un poco a alguna preparación, alguna vez consumo una breve porción en alguna receta o alimento que lleve queso. El gluten casi no lo consumo y he reemplazado el pan de panadería con otros productos, algunas veces consumo pan.
Del dulce lo que les puedo decir es que siempre me va a gustar y por eso he aprendido recetas que son ricas y contienen el 50%, 60%, 70% menos de azúcar, algunas veces hasta un 100%. Lo que realmente me hace sentir feliz es que aunque me gusta el dulce ahora cuando lo consumo es sin el sentimiento de culpa posterior que caracterizaba el hecho de haber cometido un «pecado gastronómico», ahora me observo más que antes y me doy cuenta cuándo quiero comer dulce porque mi cuerpo está respondiendo a un estado mental que me lleva a querer distraer mi química corporal para no sentir ese descontento, ansiedad o irascibilidad ó cuándo es porque sencillamente quiero comerme un postre. Básicamente he aprendido a alimentarme y eso me hace enormemente feliz, aprendí recetas vegetarianas y veganas como opción de complemento para una dieta con menos carnes y casi nada de lácteos, básicamente aprendí a quererme más y uso el alimento como manifiesto de esa premisa. Me observo mucho para poder indentificar cuándo busco alimentarme o cuando estoy buscando tapar una emoción o estado con comida.
¿Por qué comparto esto contigo? porque he tenido muchas dudas a lo largo de mi vida con este tema y ahora soy más consciente que antes, veo como la industria de los alimentos les interesa todo menos nutrir y entiendo también que el sobre consumo de comida ha llevado a las corporaciones a producir en exceso a someter a la madre tierra y a muchos de sus integrantes a muchos maltratos, entiendo (y lo espero también) que nuestros cuerpos tal vez evolucionen al punto de necesitar menos productos de origen animal dado que no tenemos el derecho de ver a un animal como un producto. Y digo no tenemos porque aún consumo carnes, tal vez en un 30% o menos de esa cantidad, pero aún consumo carnes. Sin embargo no me siento culpable por lo que como y no pretendo que las personas sean buenas o malas por consumir o no carnes, o cualquier otro producto.
Te invito entonces a que te observes y sencillamente empieces por excluir lo que claramente le afecta al cuerpo, como el azúcar, las grasas saturadas, alimentos procesados y empieza a incluir más «verde» es decir vegetales y verduras. El cuerpo es sabio y nos va mostrando la respuesta a estos sencillos cambios, tal vez resultes siendo vegetariano, vegano o sigas siendo omnívoro… lo importante es que te observes y procures alimentarte bien, nutrirte y si vas a consumir un día un paquete de papas, un trozo de pizza o una hamburguesa lo hagas porque lo deseas y no porque existe presión social para que consumas o dejes de consumir ciertos alimentos. Cuando nos observamos y sentimos como reacciona mi estómago, mi colon, mi piel, mi estado vital de energía y todo mi cuerpo frente al consumo de los alimentos, detectamos fácilmente que cosa es lo que me da mayor energía o lo que por el contrario consume toda mi energía vital, aprendemos lo que es estar satifescho a diferencia de «quedar lleno», este artículo no es más que la invitación para que te observes más y seas excéptico frente a tanta información del mercado, las redes e incluso organizaciones como la Organización Mundial de la Salud que vela por todo menos por nuestra salud. Por favor se excéptico y hazle caso a tu cuerpo y no respondas impulsivamente frente a los ataques de ansiedad disfrazados de: «es que si quiero dulce es porque me hace falta» porque muchas veces no te está haciendo falta si no que no quiero sentirme triste o frustrado y por eso siento deseos de comerme un postre… observémonos, respiremos, filtremos, amémonos que ese camino nos irá conduciendo sabiamente hacia los cambios que debamos realizar.