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Hace un par de años escuché a un autor de mi agrado decir esto en una de sus conferencias: «hay que contarse verdad»

 

Y la verdad es que me encantó. Pero en verdad a medida que pasó el tiempo, pude comprender que la verdad en serio, muchas veces duele. Y más, las verdades propias, esas que aceptamos en los momentos más vulnerables, en esos momentos donde estás a solas contigo y casi casi que se te desgarra algo por dentro…

Aún así me volví amiga de este concepto y lo apropié, busco la verdad e indago siempre en las profundidades de mi hasta encontrarla. A veces me golpea, otras veces me sorprende, pero siempre, siempre, al final, me da paz.

Creo que para mi se volvió una búsqueda porque en parte viví algo muy doloroso con mi padre al rededor de una gran mentira.

Te contaré un breve resumen: cuando era niña decía muchas mentiras, a fin de evitar castigos en mi casa. Así que mis padres no confiaban en mi. Dejé de decir mentiras cuando atravesaba mi adolescencia pero aún así dudaban de mi palabra. Cuando tenía 16 años, robaron a mi padre, y como dice el famoso gingle de un banco poderoso en Colombia:  «yo estaba en el lugar equivocado» y por esa razón, era fácil que se me inculpara.

En efecto mi padre me culpó. El cuento termina en que, al final me dijo: «en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso» y con mucho dolor y en medio de llantos y súplicas,  tuve que aceptar que no me creía y que no tenía como probarlo. Creo que murió creyendo que yo lo había robado. En medio del dolor, decidí que nunca más diría mentiras, aunque ya había dejado de hacerlo, fué una promesa que me hice.

Verás, contarse verdad implica reconocer nuestro punto de partida respecto a algo: por ejemplo: «Mi economía no está funcionando».

Es simple, pero es crudo y duele. Porque ahora tendré que analizar qué estoy haciendo para que no funcione y en definitiva si me sigo contando verdad, entenderé que ese resultando corresponde a MI VIDA, MIS DECISIONES, MI FORMA DE HACER LAS COSAS, LO QUE HE IGNORADO Y QUE ES 100% mi responsabilidad.

Incluso, amigos y amigas, así me hayan robado y esa sea una de las causas de mi realidad económica, tengo parte de responsabilidad en ello, bien sea por falta de precaución o por algo tan simple pero a la vez tan poderoso, como ignorar mi intuición. Esto por mencionar uno de los motivos. Y te hablo con conocimiento de causa, tengo una maestría en esto de los robos, ya que me han robado muchas veces, de formas que si me pongo a contarte nos ponemos tristes los dos.

Por eso es que contarse verdad puede llegar a doler tanto, porque además, te pone en el lugar de la realidad objetiva en la cual; obligatoriamente tienes que salirte del victimismo y la culpabilidad.

Contarte verdad te llevará a tener comprensión, o en su defecto, emergerá una vez que has comprendido, o hecho click interno respecto a alguna situación en tu vida.

Y quise escribir sobre esto porque en estos momentos estoy atravesando por un momento de crudas reflexiones que han calado muy hondo. Que me han permitido darme cuenta de verdades que estaba evadiendo, y lo más chistoso, curioso o incluso estresante es que no me había dado cuenta de que las estaba evadiendo, aunque las tenía en frente mío.

Con gran tristeza me puse a escribir este artículo a fin de hacer catarsis y brindarle esto a alguien.

Pues bien estimados y estimadas, contarnos verdad es una gran parte de nuestro proceso de cambio constante, ese que no para nunca, una vez lo iniciamos de forma consciente, ese cambio que muchos evaden o evadimos en distintos puntos de nuestra vida.

Sin embargo, cuando no cambias la vida te cambia, y me sabe mal decirte que te cambia, muchas veces a los golpes. Así pues, contarse verdad duele (no siempre pero si es bien frecuente) pero es liberador, te pone en un sitio real, ese que necesitas ver para decidir. Ahora, una vez tienes comprensión tendrás el 50% del camino ganado, porque el otro 50% es mover el C*** para que las cosas cambien. Sin embargo, eso es tema de otro artículo.

 

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