Amable lector, antes que nada te envío un saludo y un abrazo fraterno, paso seguido quiero aclarar que el hombre de esta historia no corresponde a la fecha actual, fecha en la que tenemos más tiempo de lo usual, por lo menos para la mayoría. Aclaro también que aunque el título es igual a un libro existente, no se trata de ese libro. ESTA HISTORIA ES REAL.
Hubo un hombre que creció en los campos Colombianos, esos que son fértiles pero que a veces no están al acceso de todos. El creció en medio de la incertidumbre sin saber si el día de mañana habría para comer. Cuando tenía 8 años asesinaron a sus padres, era una familia numerosa y él vivía con sus hermanas, la mayor quien tenía una niña pequeña era madre soltera y la otra la menor de las mujeres, puesto que el menor de todos era él.
Pasaron muchas necesidades, hambre, la más difícil a la que se vieron enfrentados. Había días donde el alimento escaseaba y Noel como se llamaba, se escabullía en un cultivo, el cultivo de papá Luis (abuelo de ellos hombre con dinero) y recogía los granos de café que quedaban en la tierra y no habían sido recolectados por los jornaleros, así que de grano en grano reunía una pequeña bolsa que tal vez pesaba alrededor de una libra y entonces lo vendían.
Así era Noel, creativo, audaz, inocente, amoroso con sus hermanas. Viviendo casi que en su máxima expresión la situación de pobreza, creció temiéndole y ese fue el motor de su vida, un motor que lo llevó a ser organizado, metódico y muchos años después a conseguir una estabilidad económica por encima de la media de la población.
Cuando su jefe le ofreció una beca de estudios, para terminar la primaria y el bachillerato; él se ilusionó e incluso, su mente voló hasta soñar con una vida sustancialmente diferente. Empezó a planear como serían sus rutinas, planeaba que trabajaría hasta las 5 y luego se dirigiría al instituto, que seguramente se ubicaba en el centro de la ciudad, igual que su trabajo (habían varios institutos de estudios) ¡y era perfecto!! porque de ahí, partiría para su casa ubicada en un barrio al oriente de la ciudad muy cerca de la avenida circunvalar.
Este sueño se derrumbó cuando le dijeron la ubicación del instituto donde estudiaría de noche, era demasiado lejos de su casa y del trabajo también, como el sistema de transporte de aquella época era tan precario; no le alcanzaba el tiempo para poder trabajar y estudiar ya que los tiempos de desplazamientos serían demasiado largos, por la ubicación de los tres puntos: trabajo, estudio y casa. Era básicamente imposible llegar a tiempo a estos lugares, pero por pena con su jefe; no fue capaz de decirle aquel detalle la vergüenza lo llevó a callar y con mucho dolor renunció a uno de los dos sueños más grandes de su vida.
El miedo a la pobreza lo llevó a trabajar incansable y ordenadamente. Era un hombre muy inteligente, poseía una de las habilidades que no enseñan en los colegios ni en las universidades y es la inteligencia financiera. Trabajaba de día como mensajero, después de haber pasado incontables necesidades para llegar a obtener ese puesto, ahorraba parte de sus ingresos y con este capital puso su primer negocio: una tienda de cerveza. Durante el día una de sus hermanas atendía el pequeño negocio mientras él trabajaba y en la noche, Noel la relevaba para atender su negocio hasta bien entrada la noche y luego dormir para levantarse temprano a seguir trabajando.
De ahí en adelante poco a poco su economía creció, renunció a su trabajo como mensajero, siguió emprendiendo y tuvo varios tipos de negocios. Se volvió auto-empleado, (pueden buscar información del cuadrante del flujo del dinero) por tanto su tiempo era limitado, ya que debía ocuparse de los negocios que fue consiguiendo. Se prometió que iba a formar una familia cuando tuviese un techo que ofrecerles y un medio de sustento seguro para que nunca pasaran las necesidades por las que él atravesó y lo cumplió, en efecto Noel salió de la pobreza; escaló a la clase media y después formó una familia.
Pasaron los años, sus hijos crecían y este hombre no tenía tiempo de compartir con ellos, casi nunca tenía tiempo de descanso apropiado, almorzaba a las carreras, no se daba vacaciones y no compartía con su núcleo familiar y tampoco con sus hermanos y sobrinos dado que por distintas circunstancias; tuvo que irse de Bogotá alejándose así de todos ellos.
Sin embargo; sus hijos y esposa estaban ahí para él, pero él se lamentaba por estar aislado de los demás miembros de su familia. En la medida en que fue transcurriendo el tiempo, trabajaba cada vez más a pesar de que tenía sus negocios y gente que trabajaba para él.
Llegó al punto de ser esclavo del “miedo a la pobreza” un miedo inconsciente que lo llevó a trabajar hasta el cansancio. Cuando cumplió 40 años, al ver que tenía una estabilidad económica muy buena para el promedio de Colombianos, dijo “voy a trabajar hasta los 50 años”.
Noel era un excelente comerciante, muy inteligente, era justo con sus empleados, deseaba que sus hijos pudiesen trabajar de forma independiente y adicional a eso que no tuvieran esos horarios tan esclavizantes como los que él tenía. Trabajó y trabajó, sin tener vida familiar porque no tenía tiempo.
A los 44 años regresó a Bogotá y su economía mejoró aun más, descubrió un negocio que no requería de su presencia continua, vendió los demás negocios. Aún así ya tenía un patrón de comportamiento establecido, que no le permitía tener tiempo así tuviese un negocio que funcionaba sin él, igualmente no compartía tiempo con su familia y pasó así hasta cumplir los 50 años, una vez cumplidos sentenció: “voy a trabajar hasta que tenga 60 años”…
A los 50 años y 4 meses enfermó gravemente tuvo que parar y terminó en el hospital. Duró un mes hospitalizado en este tiempo pasó por dos diagnósticos diferentes. Tuvo que parar y reflexionar, empezó a soñar como aquellos días en donde soñaba con una vida fuera de la pobreza, aquellos días donde soñó con ser abogado. Esta vez su sueño era salir de allí y tener tiempo para compartir con su familia. Empezó a planear todo eso en su mente y se lo dijo a algunas personas. El problema era que su tiempo se había acabado y estando en el hospital falleció.
Querido lector, ese hombre era mi padre y hoy quise honrar su existencia escribiendo sobre él, aunque por fortuna ya he superado ese duelo, debo confesarte que una lágrima bordea mi mejilla, entiendo que todo eso fueron circunstancias que él mismo creó desde su ser más elevado, desde su alma para su propia evolución, también entiendo que su vida impactó a toda la familia, decidí que mi tiempo jamás sería negociable, que siempre estaría para mi familia, para mi y para mis seres queridos, aprendí una importante habilidad y esa es, la INTELIGENCIA FINANCIERA, aprendí que no nos podemos volver esclavos de nuestros miedos y que por el contrario debemos trascenderlos, verlos a la cara, decidir pasar por delante y avanzar, porque delante del miedo está nuestro éxito, aprendí el valor de un abrazo, de esas tardes de encierro donde por azares del destino él tuvo el tiempo de compartir con nosotros y nos acostabámos en el piso de la sala sobre unas colchas a tomar leche con galletas, a escuchar historias que nos contaba, mientras el sol entraba por la ventana, aprendí el valor de la entrega sin condición, porque por ese miedo a la pobreza, trabajó de forma incansable; formó equipo de trabajo con mi madre quien le ayudó en su propósito económico para que sus hijos tuvieran “una base” como lo decía él, para que pudiesen dedicarse a lo que querían, lo cumplieron y también le agradezco a ella quien por fortuna aún vive. Agradezco profundamente todo lo que me dio, incluso el tiempo que dejó de compartir con nosotros, porque fue lo que más me enseñó.
Aprendí muchas cosas de él, incluso aprendí que a pesar de todo si se puede tener tiempo. También tuve negocios como él y cuando ví que no podía tener el tiempo que deseaba para compartir con los míos renuncié a ellos. Y eso me ha llevado a descubrir mi propósito.
Mi padre si tenía tiempo, lo tuvo y su uso fue principalmente para trabajar, incluso cuando podía dejar de hacerlo no lo hizo, porque estaba huyendo de si mismo, de todo el dolor que le producían las cosas tan duras que vivió de niño y todo aquello que vivió cuando llegó a Bogotá hasta los días en que fuimos niños. Huyó de él mismo durante su edad adulta y por eso construyó esa realidad. Una donde no tenía tiempo. Todo por el miedo al silencio y a encontrarse consigo mismo.
Amigo lector comparto esta historia contigo, porque lo que vivimos en esta época desatado por un enemigo invisible que nos llevó al confinamiento, es el llamado a que dejemos de huir de nosotros, que veamos hacia dentro, nos conozcamos, nos reconectemos con nosotros mismos, nos quedemos en silencio para poder escuchar a Dios, a la tierra, al universo, a la fuente o como lo quieras llamar, es un llamado a descubrirnos, para que no nos suceda lo de aquel hombre que no tenía tiempo.