fbpx

Mientras escribo este artículo escucho las notas musicales y la dulce voz de mi hija valentina. (IG:@joannevalt).

 

Aquellos que nos dedicamos a acompañar a otros a desenredarse, a entenderse, encontrarse y/o mejorar su vida de alguna manera, con frecuencia somos identificados como seres inmunes al negativismo, a la tristeza, ira, decepción, frustración o malparidez cósmica.

 

Te digo esto porque en efecto me he sentido juzgada al descubrir, leer o escuchar comentarios de personas que responden con asombro ante un estado de ánimo que sea visto socialmente como indeseable. Ahora bien, luego de este preámbulo, te cuento que hace un par de días he sido asaltada en mi buen ánimo, por mis propios demonios internos, esos que te atosigan con los miedos de siempre, algunos viejos otros nuevos pero que siempre son infundados.

Miedo al fracaso, miedo a lo que no ha llegado, miedo a lo que pasó, miedo a lo que pasará y esto sirve como aguja de medición para tus resultados futuros estos que no han llegado; como sea, el miedo circundante en el ambiente por el retorno de las cuarentenas, los pronósticos negativos respecto a la economía y otras cosas de índole personal que me afectan por estos días, empezaron a avanzar de forma exponencial dentro de mi. Todo ha confluido en mi ser un domingo por la mañana cuando acepté la desidia y desazón, cuando descubrí la horrible verdad mental: tengo muchas cosas por agradecer pero ¡¡no me parecía suficiente!! no ese día, no en ese instante -que es lo único que existe-. Entonces casi horrorizada por mi propio estado de ingratitud empecé a buscar en los ríos de información que deambulan dentro de mi, decidí entonces hacer algo básico para no caer aún más profundo en ese hoyo empantanado con miedo, culpa y soledad que como las algas me podrían atrapar y hundir.

Así que tendí la cama, organicé mi habitación y me dirigí a la cocina a preparar un delicioso desayuno, lo hice con todo el amor y detalle posible y mi ánimo empezó a mejorar hasta que sentí un gustico desagradable en los huevos, para verificar si era problema del insumo alimenticio le comenté a mi hija y ella decidió probarlos, su respuesta fue contundente: los huevos estaban ricos, aún con ese segundo diagnóstico seguía sintiendo ese sabor un tanto repugnante. Empecé a observarme y un pensamiento llegó a mi mente: mi estado de ánimo estaba afectando mi «buen gusto». Entonces no pude evitar contarle cómo me sentía y los pensamientos que rondaban por mi mente y más importante aún mi preocupación latente al sentirme desconectada de mis propios métodos para mejorar mi estado de ánimo.

Decidí dirigirme al estudio a trabajar, quise enfocar mi energía en hacer algo productivo no obstante tenía la mente bloqueada para ello, en ese preciso instante mientras organizaba mis actividades semanales y mientras me observaba y analizaba cual era el camino más adecuado para retirarme de la puerta del hoyo que mencioné anteriormente, entró al estudio mi hija y preguntó sonriente: ¿Quieres que te cante? a lo que sorprendida volteé a ver respondiendo al instante: «Claro mi amor.» Ella preparó su computador, buscó la pista mientras yo terminaba de revisar un documento que estaba estudiando para organizar un contenido que iba a publicar esa semana; cuando por fin estuvimos listas ella puso la pista y yo me retiré de la pantalla de mi computador mientras cerraba mis ojos para sumergirme en la experiencia y lentamente me conecté con la gratitud en mi corazón.

A medida que avanzaba la canción sentí como si un corcho hubiese saltado, en efecto estaba como atascada por dentro y entonces empecé a sentir la gratitud en todo su esplendor, me sentí privilegiada por tener a una cantante de semejante calidad en mi propia casa, imaginé como en un futuro no muy lejano me iba a asombrar de los conciertos privados que recibía de ella cuando aún no era famosa. Recordé que así como ella me estaba ofreciendo sus talentos, yo misma tengo tantos talentos por ofrecer al mundo, logré conectar a mi corazón con lo que hace un par de horas estaba mentalizando y era la lista de motivos por los cuales tengo que agradecer. Avanzaba la canción y las lágrimas brotaron de mis ojos por el sentido presente de la gratitud y como se apoderó de mi, este sentido grato. entonces un par de canciones después se vinieron varias ideas a mi mente y pregunté: ¿puedo trabajar mientras que cantas, como si estuviese escuchando música? ella simplemente me miró y respondió sonriente: ¡claro!

Entonces ambas nos fundimos en nuestros talentos, mientras ella cantaba con sus ojos cerrados levantando las manos y dibujando melodías en el aire al son de su propio canto, comencé a tomar nota de mis propias ideas, a poner postips en la pared, abrí la plataforma de la página y empecé a escribir este artículo.

A unas horas de haber iniciado el día me siento completamente distinta, conectada de nuevo conmigo misma y es que no somos seres separados e individuales, lo único individual es la idea que tenemos de nosotros, puede ser que nuestro cuerpo sea un individuo pero como seres humanos hacemos parte de un complejo sistema universal que se alimenta entre sí. Hoy recibí ayuda de mi hija sin que yo se lo pidiera, con su dulce voz impregnó mi sistema, mi cuerpo, mi corazón y lo mejor es que ella no lo hizo por un sentido lastimero hacia mi, de hecho quiso hacerlo porque simplemente quería cantar y el público mas cercano era yo.

Así es la vida de compleja y a la vez de simple, muchas veces no hay que tener enredados sistemas de resolución de conflictos externos o internos, simplemente debemos dejarnos llevar por la vida, aceptar lo que se nos ofrece, recibir la ayuda que la vida nos envía cuando nos sentimos perdidos, ¿Qué hubiese pasado si yo me niego a recibir esta ayuda que el universo me enviaba representada en la voz de mi hija y su bonita idea de cantar para mi?, probablemente seguiría hastiada, no hubiese tenido todas las ideas que tuve y lo más importante no hubiese tenido la transformadora experiencia de pasar de la ingratitud a la gratitud en un instante pintado de música y color.

De manera graciosa se despidió de su público, le dí las gracias, nos abrazamos y al salir del estudio mientras la miraba le dije: «de verdad gracias, no sabes lo que me ayudaste» ella sonriendo me dice: «de nada» de nuevo le dije: Gracias, gracias y ella sonriente me dijo con expresión plácida: «de nada, de nada», ambas reímos mientras se retiraba de mi vista.

Asistencia en línea