La fiscalía en un país es un ente estatal que se encarga de «acusar» a un supuesto delincuente. Y digo supuesto porque es la fiscalía quien se encarga de reunir pruebas para descubrir al culpable de un delito.
Ahora bien, te has descubierto poniendo apellido a tus emociones, clasificándolas y juzgandolas, a partir de ahí sumándole culpa según la calificación obtenida, me explico: si te sientes triste, frustrado, enojado o molesto, es muy probable que adjuntes un calificativo a dicha emoción y es muy probable que digas, estoy «mal» o estoy «regular» o tal vez si te sientes menos dramático dirás: pues ahí, por poner sólo un par de ejemplos. Por el contrario si estás en otro estado de ánimo como tranquilo, alegre, feliz, satisfecho, dirás que estás muy bien o excelente.
En algun punto de nuestra historia nos han enseñado a etiquetar, a juzgar y posteriormente estas enseñanzas las transformamos en el material para construir una fiscalía de muros impenetrables dentro de nuestra cabeza y en este edificio el que se sienta en el trono de la fiscalía es nuestro juez interno que no es nada menos que nosotros mismos. La ironía es que nos sentimos mal por sentirnos mal, lo catalogamos como algo indeseable y eso empeora aún más el estado de animo.
He optado por permitirme sentir como tenga que ser, le doy la entrada a la emoción para que ingrese a mi casa y se quede un rato, nos vemos a los ojos, charlamos y luego nos despedimos con la promesa de volvernos a ver. Cuando dejamos de resistirnos entonces la emoción se va, si nos observamos y sentimos con intensidad simplemente trascendemos el momento.
«Nadie puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos» Buda.
Por qué no empezamos por eliminar las etiquetas de bien, mal, bueno, malo; entendamos que las emociones son eso, emociones y nos enseñan a conocernos y a transitar para luego trascender. «Estoy triste» «estoy enojado» «me siento frustrado», hoy no me siento completamente bien, he estado un poco triste, frustado ó por el contrario: estoy feliz, me siento tranquilo o simplemente: «estoy» Sin apellido para dicha emoción. Estos son estados emocionales que no nos agradan pero al estar viviendo en un mundo dual son necesarias.
Dejemos esta constumbre de fiscalizarnos, de sentirnos mal por sentirnos felices o tristes, porque si, muchas veces nos sentimos culpables por sentirnos tranquilos, felices o plenos en medio de la crisis mundial, ese es el extremo indeseable derivado de la falsa humildad que se nos enseñó de niños, nos enseñaron a ser compasivos de una manera retorcida y eso es ser solidarios sintiendonos mal… que cosa tan nociva. Ser real es algo costoso, no siempre gusta ni agrada, en el camino se van cayendo muchas relaciones pero también otras florecen o nacen. La honestidad emocional es algo que nadie nos enseñó y esta bien.
A demoler la fiscalia arraigada de nuestra cabeza a ver si por fin podemos estar como tenemos que estar, sin calificativos ni apellidos, aprendamos y pongamos todo nuestro empeño en ser honestos emocionalmente, todo ello con el fin de ser libres.