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Según la RAE, magia es  el arte o ciencia oculta con que se pretende producir, resultados contrarios a las leyes naturales, valiendose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables. Dicho esto; el dolor es un ingrediente que aliña la vida en ocasiones de manera excesiva y nos lleva a reflexionar, e incluso a aprender si tienes la humildad para hacerlo, se puede decir que el dolor tiene su magia.

Y es que ¿cuántos de nosotros hemos sentido ese pico de intensidad en alguna parte específica del cuerpo (o no) esa sensación que nos lleva a cambiar de opinión o a considerar cosas que apenas cabían en nuestra imaginación?

No se tu, pero yo…he sentido un par de veces el dolor a tope, a flor de piel,
internamente, externamente, impoluto, franco, directo, honesto, sin rodeos…

Despertando una mañana mientras mi cuerpo esperaba reposo y mi mente pretendía que su súbdito, el cuerpo, continuara con su andar lo más cotidiano posible, (aún cuando estaba en recuperación por una cirugía, pero así es la mente; en especial la mía), mientras iba para el baño a hacer lo que todos los mortales hacemos en esos cuartos fríos y decorados con tendencias vintage, modernas, deco, pink o en resumen  lo más bonito posible a nuestro juicio; para tapar las cagadas que esconden, sentí un dolor que me desgarraba por dentro a duras penas podía caminar, por lo cual con toda resistencia tuve que pedir a mi asistente temporal, (mi madre) que además de sostenerme mientras caminaba, me ayudara a sentarme y a pararme del inodoro, con absoluta vergüenza con la mujer que me parió y conoce mi débil humanidad, una vez más con una sensación de desprotección, no tuve más que pedir ayuda.

Sentía más dolor aquel día que el mismo día de la cirugía, no podía más que pensar en el dolor y vagamente recordaba a mi padre quien decía: «cuando uno está enfermo, no vale nada», aunque el sistema de salud diría lo contrario, para mi encierra una gran verdad, no piensas más alla del dolor y es que no es lo mismo estar enfermo que tener dolor, porque es este mágico ingrediente el que -en la mayoría de los casos- hace la diferencia entre prestarle o no atención a la enfermedad, en mi caso es este mensajero el que me ha llevado a hacer profundas reflexiones, sobre los motivos emocionales, espirituales o sincrónicos que desencadenaron la enfermedad, es el dolor quien me ha llevado a concretar decisiones en pausa, a reconsiderar decisiones laborales o incluso si debo o no relacionarme con alguien.

El dolor es un tremendo maestro, que te puede llevar a abrir las puertas del silencio que encierra en sus profundidades la sabiduría que buscas en redes, pitonizas, horóscopos, oráculos, maestros o gurús. Lo paradójico de todo esto; es que no es necesario sentir dolor para abrir dichas puertas de sabiduría, basta con guardar silencio, con apagar las pantallas y salir a caminar prestando atención plena a todo mi entorno, tal vez hacer yoga, ejercicio, bailar un poco, tomar una ducha o tomar unos minutos para respirar de forma consciente.

Después de un día de querer revolcarme como una lombriz y no lograrlo porque cada movimiento se sentía como un aguijón punzante en el vientre; a fuerza de padecimiento, quietud, resignación y reflexión, lentamente se desvanecía el dolor, mientras comprendía que uno de los aprendizajes de esta penosa situación para mi, era: pedir ayuda, cosa que no logro hacer fácilmente, debe haber algun mecanismo de intercambio de modo tal que no sea un favor, o que de alguna manera no me estén ayudando, pero el dolor, una vez más, impecable y sin rodeos, me mostraba que en esta ocasión el aprendizaje era este: «aprender a pedir ayuda» y si que la tuve, de familia y amigos, estas y otras grandes lecciones te trae, cuando te lo permites, la magia del dolor.

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