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«A Laura que me dio el empujón para terminar de escribir este artículo».

 

A espaldas de un ventanal grande, mientras afuera llovía dije sin pensar: «la tierra está llorando» y es que en el ambiente reina un aire de desesperanza. Entiendo que no hay hechos «buenos o malos» sólo necesarios y perfectos para la evolución de nuestra raza ¡¡de verdad que mi mente lo comprende!!! sin embargo esta realidad colombiana se queda corta en gran medida para el cultivo de mi propia paz, lo cual me lleva a entrar en las profundidades de mi ser, que se encuentra revuelto toda vez que veo hechos crueles impregnados de sangre, manchando la tierra una vez y otra  y otra vez, la tierra de mis padres, de mis abuelos y mis ancestros. Una tierra maravillosa que fué aquella que me vió nacer.

Antes de continuar quiero contarte que no es mi deseo ofender a nadie, tampoco me mueve el prejuicio. Más bien el motor que conduce el hilo de este escrito es una profunda reflexión por los hechos recientes que acontecen en Colombia. Una reflexión que me lleva a concluir: «nos debemos y nos merecemos cambiar»

Siento un profundo dolor que me tiene revuelta, el dolor expresado por la madre tierra con sus constantes lluvias, el dolor expresado por las madres, hermanas, padres, hijos que han perdido a un ser querido, siento dolor e impotencia por el irrespeto a la vida y a los derechos fundamentales.

El irrespeto a  la vida que se ha manifestado en los distintos escenarios, a través de los tiempos en todos los territorios del mundo, masacres, genocidios y delitos de lesa humanidad nos han mostrado el estado de una materia oscura y mal oliente que hay al interior de todos nosotros. La verdad duele e incomoda, duele porque nos confronta con nuestro propio sufrimiento, con esas heridas de injusticia y abandono que residen dentro de todos, semillas de dolor sembradas en la inocencia de nuestro corazón cuando éramos niñ@s e inocentes y alimentadas con miles de interpretaciones acomodadas según nuestro estado individual actual.

Incómoda porque el exterior refleja nuestro propio estado interno; permíteme aclarar lo que aquí expongo. Se supone que el mayor problema de nuestros paises (los latinoamericanos por lo menos), es el nivel de corrupción, porque esta plaga inmunda hace que se vendan territorios al mejor postor, la mencionada señora corrupción hace que se olviden las demandas lógicas de los más necesitados, también hace que se venda a un módico precio el voto de miles de ciudadanos que en su mayoría por ignorancia, pobreza (y muchas veces pereza mental) eligen el camino «fácil» de vender su herramienta de elección, la mencionada señora también causa que de forma esparcible como una mermelada se tape con su dulce sabor un gran hueco de desigualdad, la corrupción hace que no se respeten procesos de licitación y todos entramos a aportar un grano, un gramo, un kilo o una volquetada de arena a esta mezcla que percibimos como realidad .

Según la Real Academia Española de la lengua  corrupción se define como: acción y efecto de corromper o corromperse, la semilla de la corrupción se ha sembrado en las casas de todos nosotros, desde el momento en que somos deshonestos con nosotros mismos y no educamos con el ejemplo, aquel día que dijimos mentiras para excusarnos porque no fuimos capaces de decir la verdad, el día que has desconocido la deuda a un amigo, familiar o conocido, ¿acaso no es corrupto permitirle a mi hijo que se quede con un lápiz que no le pertenece?, pasar el billete con disimulo al policía para evitar una multa es corrupto, justificarnos por las llegadas tarde a punta de mentiras es corrupto y en resumen todo acto que sea gris en lo que a ética se refiere, todo ello es corrupción, así pues en este gran edificio llamado país (o a un nivel macro, mundo) unos contribuyeron con un grano de arena otros con bultos, otros con kilos y otros con volquetadas.

Desde ese punto de vista todos en algún momento hemos sido corruptos, unos más que otros, por supuesto, pero el punto es que hasta que no generemos un cambio individual consciente y coherente no lo veremos reflejado en lo colectivo. ¿Crees que aquellos que están en el «poder» realmente tienen la potestad de mejorar nuestras vidas mientras no exista un cambio colectivo de todos nosotros? no en absoluto. Un gobierno que sea equitativo nos puede brindar oportunidades y facilidades, sin embargo como todo en la vida pueden ser oportunidades que desaprovechamos si no estamos alineados con una forma coherente de vivir la vida.

Y yo me pregunto: ¿Cuál es nuestra responsabilidad en todo esto?, ¿Cuál es mi responsabilidad en todo esto?… pues si que tengo responsabilidad, el día que deje que los medios masivos me vendieran mentiras disfrazadas de verdad, el día que fuí deshonesta y no fui capaz de poner límites vulnerando mis propios derechos, enseñándole con ello a mis hijos que está bien guardar silencio, cuando decidí consumir más plástico, productos y maquillaje que lastiman a la madre tierra y a los animales, el instante en que me volví víctima de mi vida y la queja se volvió el discurso diario de cada día… si mis querid@s, yo también tengo velas en este entierro y desde hace años he venido construyendo una vida lo más coherente posible, y no, no es fácil, pero vale, vale mucho, vale oro poder construir una vida que este alineada con tu corazón y tu pensamiento, y yo te digo: nunca es tarde para empezar. Tal vez desde ahí podamos construir un mejor lugar.

Con dolor en mi corazón por todo lo que atraviesa mi país, por esta gota que esta rebasando la copa, con dolor y frustración escribo estas palabras. Es mi forma de decantar, un grito virtual desesperado para que llegue al corazón de alguien y tal vez le lleve a reflexionar como es que podemos hacer entre todos para reparar, decantar, sanar, perdonar y por último construir.

Deseo con toda mi alma construir, construir en este mi país, construir y contribuir con todo lo que pueda, de la mejor manera posible desde la coherencia, procuro dar lo mejor de mi, cada vez me llevo más a no juzgar a otros y menos cuando tenemos tanto dolor dentro nuestro que no nos permite ver con claridad y eso nos lleva a levantarnos contra unos y otros, ese dolor colectivo, esas cosas que tenemos por sanar se ven enardecidas con la injusticia social y entonces recordamos la injusticia de nuestros padres, abuelos, hijos, el dolor de nuestros ancestros.

Pero nos guste o no todo ello ya no se puede cambiar, solo lo podemos cambiar en el tiempo presente, con las pequeñas acciones, siendo solidarias entre las mujeres, siendo solidarios entre los hombres, siendo respetuosos de las diferencias, asumiendo la responsabilidad de mi salud y mi bienestar y así no depender de un sistema de salud y dejar de engordarle los bolsillos a las farmacéuticas, haciéndonos responsables de nuestras finanzas para no depender de un gobierno, haciéndonos responsables de nuestra salud mental para no arrojarles a otros nuestro dolor. Nos merecemos y nos debemos un cambio. Quien quiera que seas: Te amo.

 

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