Seguramente has escuchado que las personas con quienes nos relacionamos, son maestros.
Es una postura que se relaciona con el sentido profundo que le encontramos a los eventos particularmente difíciles o que no nos gustan.
Desde un punto de vista académico, le decimos buen profesor a aquel o aquella con quien quizá aprendimos «más facil».
Aquellos con buena metodología o creatividad a la hora de enseñar. Esto tiene mucho de verdad. ¿Pero que hay del alumno?, si un alumno no quiere aprender, para el profesor será particularmente difícil enseñarle y más aún; que dicho alumno aprenda.
Esto es un escenario que se presenta mucho en nuestro sistema educativo actual (e industrializado) que se enfoca en enseñar y producir graduados en serie. ¿Y que hay del ámbito personal? Todas las personas nos enseñan, queramos o no, entre más estrecho el vínculo y mas queramos a la persona, más tendremos por aprender.
En el caso de nuestros hijos, son pequeñas enciclopedias, actualizables cada cierto tiempo, cuyo objetivo no es sólo que les enseñemos (cosa de la que estamos convencidos como padres y madres) si no, ENSEÑARNOS.
Esto por supuesto no tengo como comprobarlo de forma científica, pero lo he comprobado de forma empírica. Es todo un debate y ni hablar de algunas corrientes de la psicología, o desde un punto de vista científico.
Así que independientemente de la edad que tenga tu hijo/a, siempre estás aprendiendo algo de ese pequeño, mediano o grande ser humano. Cuando están pequeños, aprendes sobre su inocencia, sobre su capacidad de asombro y de alguna manera te acerca a tus sueños de niñ@ y a tu niñ@ interior.
A medida que van creciendo te van dejando nuevos aprendizajes… En mi humilde opinión debemos asustarnos cuando no estamos aprendiendo nada de ellos. Porque en mi experiencia, como madre y terapeuta ellos siempre nos llevan a ser mejores personas.
Cuando los hijos son pequeños, es decir desde que están en nuestro vientre hasta la edad aproximada de 8 años es que debemos tener mayor cuidado. Porque es en esta edad donde se está produciendo el mayor desarrollo cerebral y la edad en la cual quedan grabadas las informaciones (programas) que esa persona usará durante toda su vida.
Información que se verá reforzada una y otra vez, entre otras cosas, porque el sistema reticular activador ascendente (SRAA) ubicado en el tallo cerebral, se encargará de buscar lo que está programado en ese hardware llamado cerebro.
Todo esto sin contar con que los programas grabados se alinearán con otro sistema de búsqueda más intangible llamado vida. Producto de todo esto el sujeto en cuestion creará día a día su realidad.
Así que más nos vale aprender de ellos para ir ajustando nuestra manera de enseñarles y así más adelante en la edad de la adolescencia, los problemas no se vayan a mayores. Por lo tanto, siempre que pienses en enviar a tu pequeño a terapia, primero pregúntate que es lo que tú como madre o padre no has aprendido.
Primero revisate tu y lo que estas haciendo o dejando de hacer. Después de hacer esa búsqueda exhaustiva, ahí si, toma la decisión. Si no ha habido un evento familiar traumático, o un problema que se sale de lo cotidiano, es nuestro deber, primero revisarnos nosotros. Como verás la crianza va de aprender mucho. Y nuestros hijos tienen mucho por ofrecernos, a un nivel mental, emocional y sobre todo espiritual.
Y eso que hasta ahora hemos hablado de la niñez…